El tiempo se apacigua lentamente,
el mar, transigente, economiza energía,
todo, de repente, vuelve a la calma.
Las nubes que antes amenazaban tormenta
se refugian intempestivas al abrigo de la montaña,
ingravidas montañas acompañando al mar, tan azul.
Y azul se transforma el entorno,
Azul lo que antes, poco tiempo atrás,
era un gris intenso que abatía tristeza e intolerancia.
La vida es así, un ir y venir, frágil y momentáneo,
del gris al azul y del azul al gris,
la vida puede ser tormento o simplemente paz.
Vivimos la intensidad, nos impregnamos de belleza,
vivimos para ir pasando de la desolación a la esperanza,
y la esperanza ha de ser el refugio de la montaña
y un despejado azul, reflejo del húmedo e inalcanzable mar.
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