DOLOR IRREVERENTE Y SOLITARIO
Habíamos dedicado demasiado tiempo a estructurar nuestros sentimientos.
Olvidamos lo más importante: nosotros mismos.
Transformamos el tiempo para entregarnos a lo que ansiábamos.
Fueron formándose posos reales y responsables.
Realizamos sesiones de magia en los constantes encuentros.
Amamos, sufrimos, sofocamos el incendio de nuestro interior.
Todo resultaba ansioso y rápido, pero verdadero.
La distancia, ese obstáculo insalvable, nos descompuso por momentos.
Atravesamos desiertos de complejidad y,
premeditadamente, aunque de repente, nos fuimos alejando de lo importante,
de nuestros intereses, de la pasión desaforada del corazón acompañado.
El alma se tornó oscura, enfermó.
El corazón se convirtió en prepotente y hostil.
Nos abandonamos y la infelicidad poseyó nuestros sentimientos.
Nos tornamos insolidarios, limitados, crueles.
El amor se convirtió en odio, las respuestas se volvieron preguntas, la ansiedad olvido.
Y nos perdimos conversando con los sueños y la pesadilla de un dolor irreverente y solitario.
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