No quiero tanta ausencia, tanta soledad indispuesta.
Añoro el ardor de los instantes compartidos
en esa lucha constante que es el recuerdo silencioso.
Evoco los besos salados de cantábricos mares,
tu cuerpo blanco derramado en sábanas revueltas,
el abandono prematuro de la luz nocturna.
Sueño tu cuerpo y no logro abrazarlo.
Se escabulle por recovecos inoportunos
cuando intento con mis brazos atraparlo.
Logro retener los confines de tu organismo
sin poder apreciar el tacto de tu piel
suave, sensible, delicada, entrañable.
Más que nunca necesito tu presencia
bajo la perspectiva vital
de ese amor inevitablemente contenido.