Pasear por el bosque de los alerces ralentiza los rechazos vitales,
dificulta la pertinaz realidad del aniquilamiento
quebrantando, por momentos, la integridad recurrente.
En esa siniestra oscuridad se desarrollan conversaciones entrañables.
Es el refugio obstinado para encuentros sospechosos.
En ese bosque lejano, de perfectos encubrimientos, un día te pregunté:
¿Lo harías? Y, pensándolo más de la cuenta, respondiste: sí.
Por desgracia, ese sí, aparentemente positivo,
se convirtió en un ataque aniquilador de oportunidades resguardadas.
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