Atravieso con ansia la calle que me separa de la realidad virtual.
Al pararme, brevemente, junto a un escaparate,
escucho justo encima un alboroto inusual,
varias ramas de un platanero se agitan incesantemente.
Alzo la vista y una pareja de palomas, sin remilgo alguno,
retoza consecuentemente a las reglas primaverales.
Piquitos de amor, apropiación de la pareja, penetración desaforada.
Procedimientos pasionales de la primavera convertidos en paz y libertad.
El día, avanzado, calienta más de la cuenta para estas fechas.
Disfruto de su azote obstinado al tiempo que traspaso la calle,
arteria familiar apoderada de compases amatorios febriles.
Mientras sucede fluye en mi la necesidad de escribir.
Un ruido, proveniente del cierre de la puerta de una furgoneta,
me recuerda el chillido de una gaviota volando hacía el puerto.
Estoy en tierra dentro y con inmediatez regreso a la realidad.
Despiadadas distracciones carentes de objetividad.
Todo ocurre de manera cotidiana, con afianzada normalidad.
Voy excesivamente abrigado, he calculado indebidamente mi vestuario.
Repentinamente, la muchedumbre ha mudado su indumentaria.
Llego a mi destino. Pido café sólo. Me acomodo en un asiento.
Música conocida inunda el local. Jazz clásico para combatir la soledad.
Conecto mi ordenador. Reviso el correo. Contesto los más urgentes.
Algunos clientes gritan más de la cuenta. Pasa el tiempo.
Regreso a la misma calle perdiéndome en la irracionalidad solitaria y fugaz.
2 comentarios:
En tu lado del mundo se despierta la pasión primaveral en todas las especies y de este se están durmiendo...
Saluditos!
Impresiones muy poéticas de un día determinado de primavera.
El subjetivismo del momento es lo que le da el máximo encanto.
Un saludo.
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